EN HOMENAJE
A
LA SOCIEDAD
DE LOS POETAS VIVOS
Me había
acostumbrado a vivir en las tinieblas
de tal
forma que creía que ya no me hacía falta la luz.
A mantener
envueltos en un estropajo sucio
--enterrado
en el fondo del patio
allá,
junto a la cerca, al lado del tronco de la palmera--
mis
viejos poemas.
Había
logrado mantenerme aparte
lejos
del gozo dulce del torpe fluir de las palabras de la mano al soporte
y del
canto tierno del sonido de la punta de la pluma raspando la blaquiazul
superficie
manchando
de trazos oscuros
-alegres
o tristes
esperanzados
o desesperados-
las
hojas de mi viejo cuaderno de espiral.
Había
jurado
en algún
arrebato de cólera impotente
que
no iba a atormentar más mi vida con el hervor de mi sangre
que
mi Parker 45
--esa
vieja musa
fetiche
de oro y negro
regalo
de primera comunión
compañera
de cada una de mis aventuras
en búsqueda
de un supuesto oficio de escribir-
no tocaría
nunca más el papel
Había
jurado
en esa
oscura noche del albor de mi adultez
que
enterraría mis poemas hondo en la tierra
ya que
no podía
-por
razones meramente técnicas-
hacerlos
perderse en el espacio desde la escotilla de una nave espacial.
Los años
me acostumbraron a vegetar en el huerto de la común existencia
a opacar
con un grueso manto de piedra los gritos de mi corazón
Secuestré
y amordacé la gloria extrema del alma creadora
ante
el poema solitario que nace del oscuro sudor negriazul de la pluma
y del
líquido amarillento que brota de las ampollas de las manos de tanto
sostenerla.
Nunca
he creído en la casualidad
Las
cosas pasan porque deben pasar.
Porque
un destino inexorablemente dispuesto así lo ha decidido.
Fue
por ello que los encontré cuando debía
Hermanos
y hermanas del camino perdido
que
han dado por llamarse
con
alegre espontaneidad
Sociedad
de los Poetas Vivos
Escondidos
en la distancia bajo seudónimos cambiantes y evocadores.
Puma,
Luna, Yovisna, Boss, Satanás, Santa Sangre, Maryandrea,
Marianne,
Femme Nikita, Chica Vamp, Vallejo, Muñequita, Yo, y tantos
y tantos otros
Cientos
de nombres desprovistos de rostro
unidos
por una sola búsqueda
Destinos
y estilos disímiles
acordados
en una armonía perfecta
Mil instrumentos
variados
ejecutando
la imperfecta melodía humana
sin
fin y sin comienzo
solo
continuo de un concierto de cien voces
Y han
vuelto a sangrar mis manos
mientras
mana presto el poema
Mientras
llora el latido contenido del glorioso sufrimiento
y aspira
la angustiante alegría.
He regresado
al punto de partida
al final
del comienzo
Veinte
años de retraso me acompañan
Y esto
ya no importa
Con
ustedes comienzo el camino donde lo dejé.
¡He
vuelto, como ustedes, a tener veinte años!
y el
mundo lleno de futuro y de ilusiones
y de
penas que no lo son
y de
alegrías que no se sienten en su total dimensión
De esperanzas
y apegos que vuelan alto y caen como piedra al río
rebotando
tres veces antes de hundirse para siempre bajo su superficie.
He empezado
donde todo quedó
y mis
ojos se maravillan de nuevo ante cada instante de la existencia.
Empero
no he
traicionado mi juramento
he dejado
el hatillo de papel enterrado en el jardín
mi vieja
Parker 45 en su estuche amarillento
y mi
viejo cuaderno de espiral en un estante.
He comenzado
a sangrar en bytes
estirados
en una pantalla blanca
mis
ampollas ahora no arropan la pluma sino las teclas
y he
preferido que mis viejos poemas sigan durmiendo tranquilamente
bien
envueltos y enterrados
allá
atrás, en el fondo del jardín
junto
a la mata de palma
donde
su recuerdo me sabe hoy a continuidad y no a pasado.
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